Última alteração: 2018-05-29
Resumo
Las ciudades son fruto del tiempo y consecuencia de su historia. Son muchos los acontecimientos que van moldeando la forma de la ciudad. Sin embargo, no todos dejan la misma huella ni, sobre todo, posteriormente son interpretados de la misma forma.
Para cada generación y en cada período histórico, no cambia solo el concepto de patrimonio. También evoluciona la utilización de los diferentes elementos históricos de la ciudad para construir relatos y memorias colectivas adecuadas a los intereses del momento.
La presente comunicación se centra en el análisis de dos elementos patrimoniales de la ciudad de Barcelona para analizar su origen, radicalmente diferente, y la relecturas y apropiaciones que, con los años, se han producido sobre ellos.
En primer lugar, el Barri Gòtic, que fue un producto no esperado de dos procesos paralelos en el tiempo: la reforma interior de Barcelona y la construcción de la fachada de su catedral. A principios del siglo XX, ambos procesos confluyeron en la gestación de una idea que no sería llevada a la práctica hasta años más tarde. El Barri Gòtic fue una invención premeditada y deseada. El objetivo principal era conseguir un entorno gótico para una catedral gótica.
Sin embargo, esta idea, surgida del catalanismo político fue apropiada y desarrollada durante los años de las dictaduras de Primo de Rivera y Franco. El anticatalanismo predominante en ambos períodos propició un giro radical de la relectura del pasado. Lo que debía ser un símbolo de la Barcelona medieval, capital política y económica de una Catalunya próspera, se fue convirtiendo en una insignia de la españolidad medieval. Las reiteradas visitas del general Franco –alguna de ellas bajo palio– a mediados de siglo refuerzan esta apropiación simbólica de un espacio urbano inicialmente neutro.
Por otro lado, se analiza el Mercat del Born. Tras una historia azarosa, las obras en el viejo mercado dejaron al descubierto uno de los principales yacimientos arqueológicos urbanos de la Europa del siglo XVIII. Se trata de los restos de la Barcelona arrasada por la monarquía borbónica para construir una ciudadela que permitiera el control de la ciudad.
En los últimos años, se ha producido una interesante controversia sobre el simbolismo de este espacio recuperado, que corresponde a diversas lecturas históricas –todas ellas interesadas– del patrimonio urbano. El lugar contiene un valor patrimonial, pues permite explicar la ciudad medieval y moderna. Pero al mismo tiempo, posee un excepcional valor como símbolo de la opresión de Barcelona después de la derrota ante las tropas borbónicas.
Entre ambas visiones, recientemente se ha ido imponiendo el valor más universal de espacio de memoria, evitando las lecturas excesivamente interesadas. Con todo, una exposición sobre los símbolos del franquismo, organizada a principios de 2016, generó una irada y controvertida respuesta ciudadana que ayuda a entender y refuerza la enorme carga simbólica que este espacio posee.